Peace and Vulnerability

12-19-2021Weekly ReflectionFr. John Sims Baker

Peace comes at a price: the price of vulnerability. Jesus shows us this. He came to restore peace, which had been ruptured by sin. He came to us and made himself vulnerable to us. He paid the price for the risk of vulnerability, but He accomplished the mission of restoring peace between God and humanity. He did not have to do this. He could have remained safely in glory at the right hand of the Father; but that would have left us as we were, lost in our sins and subject to eternal death.

We often find ourselves longing for peace in our relationships with one another, but we are unwilling to take the risk of vulnerability. Unless one person is willing to "be Christ" in the situation, there can be no peace. There might be a "truce" but not true peace. This sort of vulnerability can be seen in the virtue of meekness and in two of the spiritual works of mercy.

Meekness means to refrain from retaliation and even from justified self-defense in order to meet hostility with kindness, in imitation of the Lord Jesus. Two of the spiritual works of mercy show what meekness looks like: forgiving injuries and bearing wrongs patiently. These decisions require great strength and bring down God's mercy. That is why they are so powerful. Alienation often seems to have no human solution and so divine mercy is necessary!

The perfect image of peace is the vulnerable Baby of Bethlehem, attended by the Blessed Mother and St. Joseph. Let us enter into this mystery.

Faithfully,

Fr. Baker

La paz tiene un precio: el precio de la vulnerabilidad. Jesús nos muestra esto. Vino a restaurar la paz, que había sido rota por el pecado. Vino a nosotros y se hizo vulnerable a nosotros. Pagó el precio por el riesgo de la vulnerabilidad, pero cumplió la misión de restaurar la paz entre Dios y la humanidad. No tenía que hacer esto. Podría haber permanecido seguro en la gloria a la diestra del Padre; pero eso nos hubiera dejado como estábamos, perdidos en nuestros pecados y sujetos a la muerte eterna.

A menudo nos encontramos añorando la paz en nuestras relaciones mutuas, pero no estamos dispuestos a correr el riesgo de ser vulnerables. A menos que una persona esté dispuesta a "ser Cristo" en la situación, no puede haber paz. Puede haber una "tregua" pero no una verdadera paz. Este tipo de vulnerabilidad se puede ver en la virtud de la mansedumbre y en dos de las obras espirituales de misericordia.

La mansedumbre significa abstenerse de las represalias e incluso de la legítima defensa para enfrentar la hostilidad con bondad, a imitación del Señor Jesús. Dos de las obras espirituales de misericordia muestran cómo se ve la mansedumbre: perdonar las heridas y soportar los agravios con paciencia. Estas decisiones requieren una gran fuerza y derriban la misericordia de Dios. Por eso son tan poderosos. La alienación a menudo parece no tener una solución humana y, por lo tanto, ¡la misericordia divina es necesaria!

La imagen perfecta de la paz es el vulnerable Bebé de Belén, al que asisten la Santísima Madre y San José. Entremos en este misterio.

Fielmente,

El Padre Baker

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