I have news to share with you and so I will get to the point. I have been given permission from Bishop Spalding to enter the formation program to become a monk of St. Bernard Abbey, a Benedictine monastery in Cullman, Alabama. I will be leaving St. Rose at the time of the summer assignments to pursue this call. For over two years, I have been discerning this call to become a monk. I was surprised by it, but it has persisted and seems to be bearing good fruit. The hardest part of this decision for me is parting from the parish because I continue to love serving you at St. Rose. I will continue serving as a priest at the monastery in the works assigned to me, and I will also be living a more structured and intentional life of prayer and community.
Bishop Spalding will be appointing a new pastor for St. Rose to begin his service here at the time of the summer assignments. I ask you to join me in praying for Bishop Spalding and for the new pastor. I assure you that I will miss you, and I promise to continue serving you in prayer. I am grateful for my time at St. Rose. You have made me a better priest.
This brings me to the first reason for going to the monastery: prayer. I am pursuing this “vocation within a vocation” motivated by a desire for deeper union with God in prayer and by a desire to serve the Church more deeply through prayer. Prayer is certainly central to the life of a diocesan priest. A monk’s life of prayer, however, is more regular and much of it is offered in community. The Church specifically provides a way to transition from the diocesan priesthood into monastic life as a way of binding oneself to Christ and His Church more explicitly through the evangelical counsels of poverty, chastity, and obedience; through the vows of monastic life; as well as through community prayer and life. The Church sees this as a continuation of the vocation I have already received, not as a departure from it.
When I first perceived this call, I was suspicious of it. It seemed to come too late in my life and to be too different from the way I have lived as a priest for 28 years. Yet it persisted and gave me peace and so I talked to my spiritual director, expecting him to set me straight! His reaction was one of initial surprise but also of encouragement and support. With his permission, I talked with a few other people who have known me well in different ways for much of my life. Their reactions were all very much like that of my spiritual director: initial surprise followed by encouragement and support to continue the discernment. At this point, I went to Bishop Spalding. His reaction was the same, with fatherly wisdom and kindness added in. He encouraged me to discern where I was being called with more specificity, and so I first visited St. Bernard, a monastery that I have known and visited for a long time but never with the thought of being a part of the community. By the end of that visit, I realized that I did not need to look further. I asked to apply for admission to the formation process in the community, and that is where I stand at this point. I am surprised and humbled by their willingness to consider a candidate such as myself.
I will honestly say that I do not understand the call completely but I do have peace and confidence in it, mainly because of the judgment of Bishop Spalding and of my spiritual director, as well as that of the others whom I consulted. I do not trust myself in this discernment! I did not expect ever to be saying these words to you. When I came to Saint Rose, I thought that this assignment would probably be my last pastorate, leading toward retirement as a diocesan priest. It seems that God has other plans for the parish and for me, and I trust Him. God will take care of everything for this parish that is so full of life and potential. I will simply be beginning formation to be a monk. I do not look beyond that. If I come to the point of taking vows, God willing, it will be after years of discernment and formal acceptance by the community of St. Bernard.
The most difficult part of the process is what I am doing today. I have no desire to leave Saint Rose, only a desire to enter St. Bernard. I assure you of my prayers, and I humbly ask for yours. I thank Bishop Spalding, and I thank you. As the transition process develops, I will be communicating with you more. We will have opportunities for celebrating the vitality of the parish in this time of transition.
Tengo noticias para compartir con ustedes, así que iré al grano. Recibí permiso del obispo Spalding para ingresar al programa de formación para convertirme en monje de la Abadía de St. Bernard, un monasterio benedictino en Cullman, Alabama. Dejaré St. Rose en el momento de las asignaciones de verano para cumplir con este llamado. Durante más de dos años, he estado discerniendo este llamado para convertirme en monje. Me sorprendió, pero ha persistido y parece estar dando buenos frutos. La parte más difícil de esta decisión para mí es separarme de la parroquia porque sigo amando servirles en Santa Rosa. Continuaré sirviendo como sacerdote en el monasterio en los trabajos que se me asignen, y también viviré una vida de oración y comunidad más estructurada e intencional. El obispo Spalding nombrará un nuevo párroco para St. Rose para que comience su servicio aquí en el momento de las asignaciones de verano. Les pido que se unan a mí para orar por el obispo Spalding y por el nuevo parroco. Les aseguro que los voy a extrañar, y les prometo seguir sirviéndoles en oración. Estoy agradecido por mi tiempo en Santa Rosa. Ustedes me han hecho un mejor sacerdote.
Esto me lleva a la primera razón para ir al monasterio: la oración. Sigo esta “vocación dentro de una vocación” motivado por el deseo de una unión más profunda con Dios en la oración y por el deseo de servir a la Iglesia más profundamente a través de la oración. La oración es ciertamente central en la vida de un sacerdote diocesano. La vida de oración de un monje, sin embargo, es más regular y gran parte de ella se ofrece en comunidad. La Iglesia proporciona específicamente una forma de transición del sacerdocio diocesano a la vida monástica como una forma de vincularse a Cristo y su Iglesia más explícitamente a través de los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia; a traves de los votos de la vida monástica; así como a través de la oración y la vida comunitaria. La Iglesia ve esto como una continuación de la vocación que ya he recibido, no como un alejamiento de ella.
Cuando percibí por primera vez esta llamada, dudé de ella. Parecía llegar demasiado tarde a mi vida y ser demasiado diferente de la forma en que he vivido como sacerdote durante 28 años. Sin embargo, persistió y me dio paz, así que hablé con mi director espiritual, ¡esperando que me pusiera en orden! Su reacción fue de sorpresa inicial pero también de aliento y apoyo. Con su permiso, hablé con algunas otras personas que me conocen bien de diferentes maneras durante gran parte de mi vida. Sus reacciones fueron muy parecidas a las de mi director espiritual: sorpresa inicial seguida de aliento y apoyo para continuar el discernimiento. En este punto, fui al obispo Spalding. Su reacción fue la misma, con la sabiduría y la bondad paternal añadida. Me animó a discernir con más precisión a dónde me llamaban, y así visité por primera vez San Bernardo, un monasterio que conozco y visito desde hace mucho tiempo pero nunca con la idea de ser parte de la comunidad. Al final de esa visita, me di cuenta de que no necesitaba buscar más. Pedí solicitar la admisión al proceso de formación en la comunidad, y ahí es donde estoy en este momento. Estoy sorprendido y honrado por su disposición a considerar a un candidato como yo.
Honestamente diré que no entiendo completamente el llamado pero tengo paz y confianza en él, principalmente por el juicio del obispo Spalding y de mi director espiritual, así como el de otros a quienes consulté. ¡No me confío en este discernimiento! No esperaba volver a decirles estas palabras. Cuando llegué a Santa Rosa, pensé que esta asignación probablemente sería mi última pastoral, lo que me llevaría a jubilarme como sacerdote diocesano. Parece que Dios tiene otros planes para la parroquia y para mí, y confío en Él. Dios se encargará de todo para la parroquia tan llena de vida y potencial. Simplemente estaré comenzando la formación para ser un monje. No miro más allá de eso. Si llego al punto de hacer votos, si Dios quiere, será después de años de discernimiento y aceptación formal por parte de la comunidad de San Bernardo.
La parte más difícil del proceso es lo que estoy haciendo hoy. No tengo ningún deseo de irme de Santa Rosa, sólo deseo de entrar en San Bernardo. Les aseguro mis oraciones, y humildemente pido las suyas. Le agradezco al obispo Spalding y les agradezco a ustedes. A medida que se desarrolle el proceso de transición, me comunicaré más con ustedes. Tendremos oportunidades para celebrar la vitalidad de la parroquia en este tiempo de transición.
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