20th Sunday of Ordinary Time

08-14-2022Weekly ReflectionFr. Chris Nunes

Jesus’ question “Do you think that I have come come to establish peace to earth? No, I tell you, but rather division”, can generate a lot of misunderstandings. How can we reconcile this with “Blessed are the peacemakers, for they will be called children of God”? What about when Jesus considers Himself as humble and meek of heart?

Here Jesus establishes a clear division between those who chose justice and those who chose oppression. Those who look for their own interests and those who promote the dignity of every human person as God’s children and their brothers and sisters. Those who are moved by love and compassion and those who let themselves be moved by selfishness and greed. Those who strive to put the faith in action in a life of discipleship and those who live a superficial faith based only in the minimal practices, just as part of a check list.

The disciple of Jesus will find difficulty and hardship in witnessing his/her faith and commitment. Sometimes in their own family, among those they most love. This because hemal encounter, among his loved ones, some who decide for injustice, superficiality and faith only as a part of check list. His option for a committed faith and discipleship will place them on opposite sides. God’s kingdom will make this separation, not the disciple, because here consanguinity takes a second place of importance.

The disciple of Jesus can try to bring the other to his side by leaving his faith and commitment and so being a sign of Christ’s presence and evangelizing them. Or, he can just leave them where they are, praying for God to have a break through in their lives. Discipleship is like a race, as the sacred writer points out in the second reading today. A race whose goal is Christ. A race which will imply difficulties and division; in which there will be a temptation of complacency and compromise to gain an illusory sense of peace. Discipleship, on the other hand, is about embracing the cross in our fidelity to Christ.

Jeremiah in the first reading enjoys the glory of heaven, but look at his life full of suffering and death. We strive to run the race towards Christ, even amidst difficulties and division, because we know that at the end we’ll enjoy the glory of heaven with those whose lives we impacted and who, also because of our good example, became good and faithful disciples.

Let us never be complacent and never compromise but rather light of hope, faith, charity and Truth wherever we are, wherever we go.

XX Domingo Ordinario

La pregunta de Jesús “¿Piensan que he venido a traer la paz a la tierra? No, he traído división”, puede generar muchos malentendidos. ¿Cómo podemos reconciliar esto con “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”? ¿Qué pasa cuando Jesús se considera humilde y manso de corazón? Aquí Jesús establece una clara división entre los que eligieron la justicia y los que eligieron la opresión. Los que buscan sus propios intereses y los que promueven la dignidad de toda persona humana como hijos de Dios y hermanos suyos. Los que se mueven por el amor y la compasión y los que se dejan mover por el egoísmo y la codicia. Los que se esfuerzan por poner la fe en acción en una vida de discipulado y los que viven una fe superficial basada solo en las prácticas mínimas, solo como parte de una lista de control.

El discípulo de Jesús encontrará dificultades y penalidades para testimoniar su fe y su compromiso. A veces en su propia familia, entre los que más quieren. Esto porque él encuentra, entre sus seres queridos, algunos que optan por la injusticia, la superficialidad y la fe sólo como parte de la lista de control. Su opción por la fe comprometida y el discipulado los colocará en bandos opuestos. El reino de Dios hará esta separación, no el discípulo, porque aquí la consanguinidad toma un segundo lugar de importancia.

El discípulo de Jesús puede intentar llevar al otro a su lado dejando la fe y el compromiso y siendo así signo de la presencia de Cristo y evangelizándolos. O simplemente puede dejarlos donde están, orando para que Dios tenga una oportunidad en sus vidas. El discipulado es como una carrera, como señala el escritor sagrado en la segunda lectura de hoy. Una carrera cuyo objetivo es Cristo. Una carrera que implicará dificultades y división; en el que habrá una tentación de complacencia y compromiso para ganar una ilusoria sensación de paz. El discipulado, por otro lado, se trata de abrazar la cruz en nuestra fidelidad a Cristo.

Jeremías en la primera lectura disfruta de la gloria del cielo, pero mira su vida llena de sufrimiento y muerte. Nos esforzamos por correr la carrera hacia Cristo, aún en medio de las dificultades y divisiones, porque sabemos que al final disfrutaremos de la gloria del cielo con aquellos cuyas vidas impactamos y que, también por nuestro buen ejemplo, se hicieron buenos y fieles discípulos.

Nunca seamos complacientes y nunca nos comprometamos, sino más bien seamos luz de esperanza, fe, caridad y verdad dondequiera que estemos, dondequiera que vayamos. ¡Dios los bendiga!

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