Food for Eternal Life

08-11-2024Weekly ReflectionFr. Chris Nunes

Dear Fellow Disciples, peace.

Jesus' statement, "I am the bread that came down from heaven", was misinterpreted by his adversaries, as we already expected. They interpret it in the literal sense, to accuse him of encouraging anthropophagy.

The metaphoric language of Jesus, even though the Eucharist is not a metaphor, brought to his listeners a theme very dear to them, the manna that came down from heaven, as food for the hungry people in the desert.

Jesus, the Master, understood himself to be the true food, sent by the Father, for the pilgrim people, who had no direction, in the desert of life. His presence in their life should cause the same effect of the mana in the lives of the people of Israel in the desert.

Jesus is the "living bread", the bread of life, encouragement, strength in the people's journey, in our journey. This bread enforces in the human heart the sense of hope and trust as we strive as his disciples, to build up a world according to the Father's will. It will quench the thirst of meaning in our lives, as we strive to conquer the feelings of discouragement which sometimes impede us to move forward.

The bread of life, Jesus in the Eucharist, is, as St. Thomas Aquinas points it, "food for the journey, remedy for immortality and pledge of eternal life".

Come Holy Spirit, enkindle in our hearts a great love, devotion, reverence, and sense of awe for the Eucharist; the true presence of Jesus among us.


Alimento para La Vida Eterna

Queridos discípulos, paz.

La afirmación de Jesús: “Yo soy el pan bajado del cielo”, fue malinterpretada por sus adversarios, como ya esperábamos. La interpretaron en sentido literal, para acusarlo de fomentar la antropofagia.

El lenguaje metafórico de Jesús, aunque la Eucaristía no es una metáfora, trajo a sus oyentes un tema muy querido para ellos, el maná bajado del cielo, como alimento para el pueblo hambriento del desierto.

Jesús, el Maestro, se entendió a sí mismo como el verdadero alimento, enviado por el Padre, para el pueblo peregrino, sin rumbo, en el desierto de la vida. Su presencia en su vida debe provocar el mismo efecto del maná en la vida del pueblo de Israel en el desierto.

Jesús es el “pan vivo”, el pan de vida, aliento, fuerza en el camino del pueblo, en nuestro camino. Este pan refuerza en el corazón humano el sentido de esperanza y confianza mientras nos esforzamos como discípulos suyos por construir un mundo según la voluntad del Padre. Saciará la sed de sentido en nuestras vidas, mientras nos esforzamos por vencer los sentimientos de desánimo que a veces nos impiden avanzar.

El pan de vida, Jesús en la Eucaristía, es, como señala Santo Tomás de Aquino, "alimento para el camino, remedio para la inmortalidad y prenda de vida eterna". Ven Espíritu Santo, enciende en nuestros corazones un gran amor, devoción, reverencia y sentido de admiración por la Eucaristía; la verdadera presencia de Jesús entre nosotros.

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