Being a True Disciple

07-31-2022Weekly ReflectionFr. Chris Nunes

Dear fellow disciples,

The parable in today’s Gospel is a warning against the uselessness of greed. Jesus condemns the accumulation of wealth as an end to itself when life is so fragile and death being always around the corner.

Our journey as disciples of His kingdom leads in the opposite direction. Jesus teaches us the beauty of using our wealth to benefit those less fortunate than us.

A true disciple is never greedy nor selfish when he encounters the suffering and needy. On the contrary, as we learn in Acts of the Apostles, he puts his resources to the service of all, according to the needs of each. Greed and selfishness separate us from God and from each other. Slowly but surely, they also transform us into idolaters. Persons in whose soul and lives something or someone else has taken God’s place. As we journey in discipleship, Jesus teaches first with His own life to keep always our hearts and minds the glory of God and the welfare of others.

Alexander the Great, who wasn’t a Christian, gives a great lesson about greed and power after his death. While on his deathbed, he ordered his servants to make two rolls on the sides of his coffin and once he was placed in it to have his hands hanging out. With this, he wanted to show to his people that even though he was the greatest and richest emperor of the world he was returning to the gods empty handed. As Christians we know that we are never empty handed for we carry into eternal life the richness of our good works.

Let us ask the Holy Spirit to free our hearts, minds and lives of all that attach us too much in the world and to have the heart of Jesus to love, welcome and serve our brothers and sisters. God bless!

Queridos compañeros discipulos,

La parábola del evangelio de hoy es una advertencia contra lo inutil que es la codicia. Jesús condena la acumulación de riquezas como una meta a alcanzar cuando la vida es tan frágil y la muerte siempre está a la vuelta de la esquina.

Nuestro viaje como discípulos de Su reino debe conducir en la dirección opuesta. Jesús nos enseña la belleza de usar nuestra riqueza para beneficiar a los menos afortunados que nosotros.

Un verdadero discípulo nunca es codicioso ni egoísta cuando se encuentra con los que sufren y los necesitados. Al contrario, como aprendemos en los Hechos de los Apóstoles, pone sus recursos al servicio de todos, según las necesidades de cada uno. La avaricia y el egoísmo nos separan de Dios y de nosotros mismos. Lento pero seguro, también nos transforman en idólatras. Personas en cuya alma y vida algo o alguien más ha tomado el lugar de Dios. Mientras caminamos en el discipulado, Jesús enseña primero con Su propia vida a mantener siempre en nuestros corazones y mentes la gloria de Dios y el bienestar de los demás.

Alejandro Magno, que no era cristiano, da una gran lección sobre la codicia y el poder después de su muerte. Mientras estaba en su lecho de muerte, ordenó a sus sirvientes que hicieran dos agujeros a los lados de su ataúd y una vez que lo colocaron en él, le sacaron las manos por ellos. Con esto, quería mostrarle a su pueblo que a pesar de que él era el emperador más grande y rico del mundo, regresaba a los dioses con las manos vacías. Como cristianos sabemos que nunca estamos con las manos vacías porque nos llevamos a la vida eterna la riqueza de nuestras buenas obras.

Pidamos al Espíritu Santo que libere nuestros corazones, mentes y vidas de todo lo que nos apega demasiado en el mundo y tener el corazón de Jesús para amar, acoger y servir a nuestros hermanos y hermanas. ¡Dios los bendiga!

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